Isabel Oliver González
Sr. Presidente, miembros del Consell Foral y Polític, compañeros de Coalición Valenciana, amigos todos:
A mí me ha correspondido en este Congreso, quizá por mi condición de presidenta del Ateneo Blasco Ibáñez, hablar del patrono de nuestro ateneo D. Vicente Blasco Ibáñez. No resulta difícil enlazar su figura política y cultural de finales del siglo XIX y principios del XX, con los momentos actuales, ya que aunque estos tiempos son otros, no por ello están exentos de paralelismos.
A Vicente Blasco Ibáñez, se le conoce más por su faceta de escritor que por la de político, y esto, porque la época ominosa dejada atrás se ocupó de silenciar su nombre, como el de todos los grandes talentos republicanos. Afortunadamente, pasada esa etapa y viviendo en democracia, el pueblo español ha aprendido a perdonar y a convivir. Por eso no voy a hablarles de los grandes ideales republicanos que movían a nuestro político y escritor; máxime, si como yo digo, democracia significa gobierno del pueblo y, republica, cosa publica; uniendo el sentido ideológico que subyace en estas dos acepciones, yo sostengo que la Democracia es republicana.
De todos es sabido que Blasco Ibáñez amaba a Valencia y, al decir Valencia no se puede separar ésta de sus habitantes. No hace falta aclarar que por aquél entonces ese era el nombre que tenía la ahora llamada Comunidad Valenciana. Trabajó y sufrió lo indecible por elevar el nivel cultural y económico de sus gentes. Sufrió persecución por ejercer la libertad de expresión, ese derecho que hoy sí tenemos reconocido, precisamente, por vivir en democracia.
Yo, estimados compañeros, me he preguntado qué habría dicho Blasco Ibáñez en este Congreso político, y en el breve tiempo de que dispongo, estoy convencida de que tras treinta años de ejercicio de pluralismo político diría que la Política en un Estado de Derecho debe de ser el instrumento preciso y precioso que garantice la protección y eleve el bienestar de todos los ciudadanos que actúen según las reglas del juego democrático. Todo ciudadano cede parte de su libertad de acción al Estado a cambio de que éste le proteja y, contribuye a este sostenimiento con el pago de sus impuestos y con la elección de sus representantes para este menester. Por ello, independientemente de que una parte de la población vote o no al partido que alcance el poder, no debe de haber ciudadanos de primera o de segunda clase, dependiendo de en qué autonomía se esté. Y esto ocurre en nuestros días. Quizá debería revisarse la transferencia de competencias a las comunidades autónomas en gestiones tan discriminatorias como son la sanidad, la educación, la vivienda y el trasvase de agua.
Otra cuestión que sin duda abordaría es la del arcaicismo nominativo. En una sociedad moderna como la nuestra, debemos desechar palabras y sentimientos tan separatistas como "derechas" e "izquierdas"; Democracia debe ser la palabra clave que nos gobierne en nuestro deseo de gobernar. Todos conocemos su significado: gobierno del pueblo; por lo tanto, un partido político no debe gobernar al pueblo, sino, en nombre del pueblo; y a él le debe fidelidad. Si un partido consiente y encubre la corrupción de parte de sus miembros, debería de ser obligado a disolverse. Si un estamento religioso está infectado de casos de pederastia, debe de ser puesto en manos de la justicia civil para la depuración de responsabilidades de todos cuantos han cometido y encubierto tamaña tropelía. Si existe un colectivo de personas que no desean otra cosa que dar digna sepultura a sus seres queridos asesinados tras una cruenta guerra civil, que no se les niegue ese derecho y que no se persiga al juez que ha tomado causa en el asunto.
Y es que, no nos engañemos, por mucho que nos duela, ser demócrata es reconocer los aciertos del rival cuando los tiene, y apoyar las iniciativas tomadas por él cuando reviertan en el estado de bienestar de la ciudadanía. También ser demócrata es observar los movimientos negativos del rival y desarrollar una labor de crítica constructiva y poner en marcha el aparato judicial pertinente que proteja y alerte a los ciudadanos de que algo no va de acuerdo con los cánones de una política sana de servicio a la soberanía popular.
Por eso es importantísimo que en cada autonomía exista al menos una formación política NETAMENTE regionalista. Los grandes partidos con ambición de gobierno nacional se ven obligados la mayoría de las veces a pactar con otros minoritarios para conseguir la gobernabilidad; y en aras del bien de la mayoría de los ciudadanos españoles se verán obligados a sacrificar o a aplazar la puesta en marcha de medidas llevadas en su programa, además de tomar otras que, claramente perjudiquen los intereses de unas autonomías en beneficio de la que está ayudando al sostenimiento en el poder al partido más votado.
Como existe el implícito voto de fidelidad, los representantes regionales se encuentran muchas veces entre la espada y la pared a la hora de tomar la decisión clara por la defensa de los intereses de su autonomía si ésta choca con las órdenes de la sede central. De ahí la importancia y la necesidad de que haya un partido regionalista autóctono: libre de corrupción, que no se venda a las facciones nacionales ni nacionalistas; comprometido con la verdad sin medias tintas; ejerciendo la crítica constructiva cuando sea necesario y trabajando por los intereses de su región. Que hagan de la Comunidad Valenciana un territorio pionero en los sectores de su industria, su agricultura y sus servicios; que en estos tres pilares descansa el fundamento de toda economía.
Coalición Valenciana, en el sector servicios ofrece uno que no lo lleva ningún otro partido valenciano; y es, ya lo sabéis todos, la defensa a ultranza de nuestras señas de identidad; aquellas que los gobernantes valencianos no han sabido, no han podido o no han querido proteger en su totalidad, como son: nuestra historia, nuestra bandera y nuestra lengua; y que están seriamente condenadas a desaparecer, porque los continuados pactos de gobernabilidad a que antes me refería tienen atadas las voluntades de los gobernantes valencianos.
Concluyo diciendo que ya que Coalición Valenciana es un partido formado por distintos grupos de ideologías diferentes, y ya que la ideología es una abstracción ideal que atrae al individuo hacia el logro de la meta fijada en aras de ella; y habiendo sido capaz Coalición Valenciana de aunar la voluntad colectiva de llegar a la misma meta, creo que debemos subir el listón. No con el compromiso de la honradez frente a la corrupción; del dialogo antes que el desencuentro; de la capacidad de denunciar sin sesgos todo cuánto perjudique al conjunto de la sociedad, ejerciendo la información con la crítica constructiva y defendiendo los intereses de todos los valencianos. Esto, amigos, ya lo venimos haciendo. Somos un partido joven y no estamos contaminados. El Compromiso con MAYÚSCULA a que me refiero no es otro que el de saber salvaguardar nuestra inocencia para que los valencianos nos juzguen aptos para ser dignos de su confianza cuando un día no muy lejano decidan otorgarnos el privilegio de servirles.
Sr. Presidente, miembros del Consell Foral y Polític, compañeros de Coalición Valenciana, amigos todos:
A mí me ha correspondido en este Congreso, quizá por mi condición de presidenta del Ateneo Blasco Ibáñez, hablar del patrono de nuestro ateneo D. Vicente Blasco Ibáñez. No resulta difícil enlazar su figura política y cultural de finales del siglo XIX y principios del XX, con los momentos actuales, ya que aunque estos tiempos son otros, no por ello están exentos de paralelismos.
A Vicente Blasco Ibáñez, se le conoce más por su faceta de escritor que por la de político, y esto, porque la época ominosa dejada atrás se ocupó de silenciar su nombre, como el de todos los grandes talentos republicanos. Afortunadamente, pasada esa etapa y viviendo en democracia, el pueblo español ha aprendido a perdonar y a convivir. Por eso no voy a hablarles de los grandes ideales republicanos que movían a nuestro político y escritor; máxime, si como yo digo, democracia significa gobierno del pueblo y, republica, cosa publica; uniendo el sentido ideológico que subyace en estas dos acepciones, yo sostengo que la Democracia es republicana.
De todos es sabido que Blasco Ibáñez amaba a Valencia y, al decir Valencia no se puede separar ésta de sus habitantes. No hace falta aclarar que por aquél entonces ese era el nombre que tenía la ahora llamada Comunidad Valenciana. Trabajó y sufrió lo indecible por elevar el nivel cultural y económico de sus gentes. Sufrió persecución por ejercer la libertad de expresión, ese derecho que hoy sí tenemos reconocido, precisamente, por vivir en democracia.
Yo, estimados compañeros, me he preguntado qué habría dicho Blasco Ibáñez en este Congreso político, y en el breve tiempo de que dispongo, estoy convencida de que tras treinta años de ejercicio de pluralismo político diría que la Política en un Estado de Derecho debe de ser el instrumento preciso y precioso que garantice la protección y eleve el bienestar de todos los ciudadanos que actúen según las reglas del juego democrático. Todo ciudadano cede parte de su libertad de acción al Estado a cambio de que éste le proteja y, contribuye a este sostenimiento con el pago de sus impuestos y con la elección de sus representantes para este menester. Por ello, independientemente de que una parte de la población vote o no al partido que alcance el poder, no debe de haber ciudadanos de primera o de segunda clase, dependiendo de en qué autonomía se esté. Y esto ocurre en nuestros días. Quizá debería revisarse la transferencia de competencias a las comunidades autónomas en gestiones tan discriminatorias como son la sanidad, la educación, la vivienda y el trasvase de agua.
Otra cuestión que sin duda abordaría es la del arcaicismo nominativo. En una sociedad moderna como la nuestra, debemos desechar palabras y sentimientos tan separatistas como "derechas" e "izquierdas"; Democracia debe ser la palabra clave que nos gobierne en nuestro deseo de gobernar. Todos conocemos su significado: gobierno del pueblo; por lo tanto, un partido político no debe gobernar al pueblo, sino, en nombre del pueblo; y a él le debe fidelidad. Si un partido consiente y encubre la corrupción de parte de sus miembros, debería de ser obligado a disolverse. Si un estamento religioso está infectado de casos de pederastia, debe de ser puesto en manos de la justicia civil para la depuración de responsabilidades de todos cuantos han cometido y encubierto tamaña tropelía. Si existe un colectivo de personas que no desean otra cosa que dar digna sepultura a sus seres queridos asesinados tras una cruenta guerra civil, que no se les niegue ese derecho y que no se persiga al juez que ha tomado causa en el asunto.
Y es que, no nos engañemos, por mucho que nos duela, ser demócrata es reconocer los aciertos del rival cuando los tiene, y apoyar las iniciativas tomadas por él cuando reviertan en el estado de bienestar de la ciudadanía. También ser demócrata es observar los movimientos negativos del rival y desarrollar una labor de crítica constructiva y poner en marcha el aparato judicial pertinente que proteja y alerte a los ciudadanos de que algo no va de acuerdo con los cánones de una política sana de servicio a la soberanía popular.
Por eso es importantísimo que en cada autonomía exista al menos una formación política NETAMENTE regionalista. Los grandes partidos con ambición de gobierno nacional se ven obligados la mayoría de las veces a pactar con otros minoritarios para conseguir la gobernabilidad; y en aras del bien de la mayoría de los ciudadanos españoles se verán obligados a sacrificar o a aplazar la puesta en marcha de medidas llevadas en su programa, además de tomar otras que, claramente perjudiquen los intereses de unas autonomías en beneficio de la que está ayudando al sostenimiento en el poder al partido más votado.
Como existe el implícito voto de fidelidad, los representantes regionales se encuentran muchas veces entre la espada y la pared a la hora de tomar la decisión clara por la defensa de los intereses de su autonomía si ésta choca con las órdenes de la sede central. De ahí la importancia y la necesidad de que haya un partido regionalista autóctono: libre de corrupción, que no se venda a las facciones nacionales ni nacionalistas; comprometido con la verdad sin medias tintas; ejerciendo la crítica constructiva cuando sea necesario y trabajando por los intereses de su región. Que hagan de la Comunidad Valenciana un territorio pionero en los sectores de su industria, su agricultura y sus servicios; que en estos tres pilares descansa el fundamento de toda economía.
Coalición Valenciana, en el sector servicios ofrece uno que no lo lleva ningún otro partido valenciano; y es, ya lo sabéis todos, la defensa a ultranza de nuestras señas de identidad; aquellas que los gobernantes valencianos no han sabido, no han podido o no han querido proteger en su totalidad, como son: nuestra historia, nuestra bandera y nuestra lengua; y que están seriamente condenadas a desaparecer, porque los continuados pactos de gobernabilidad a que antes me refería tienen atadas las voluntades de los gobernantes valencianos.
Concluyo diciendo que ya que Coalición Valenciana es un partido formado por distintos grupos de ideologías diferentes, y ya que la ideología es una abstracción ideal que atrae al individuo hacia el logro de la meta fijada en aras de ella; y habiendo sido capaz Coalición Valenciana de aunar la voluntad colectiva de llegar a la misma meta, creo que debemos subir el listón. No con el compromiso de la honradez frente a la corrupción; del dialogo antes que el desencuentro; de la capacidad de denunciar sin sesgos todo cuánto perjudique al conjunto de la sociedad, ejerciendo la información con la crítica constructiva y defendiendo los intereses de todos los valencianos. Esto, amigos, ya lo venimos haciendo. Somos un partido joven y no estamos contaminados. El Compromiso con MAYÚSCULA a que me refiero no es otro que el de saber salvaguardar nuestra inocencia para que los valencianos nos juzguen aptos para ser dignos de su confianza cuando un día no muy lejano decidan otorgarnos el privilegio de servirles.
Isabel Oliver es poeta, escritora y presidenta del Ateneo Blasco Ibañez.
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